12.21.2014

Protegiendo a Bahía Portete

Weildler Guerra Curvelo

El gobierno se apresta a declarar en las próximas horas como área protegida a Bahía Portete, una zona situada en la península de La Guajira, que presenta un mosaico de ecosistemas marinos y costeros caracterizados por su heterogeneidad y biodiversidad única en el Caribe colombiano.

Este Parque Natural comprende formaciones coralinas, praderas de fanerógamas, playas arenosas, litoral rocoso y bosques de manglar. Allí se encuentran poblaciones del caimán de aguja o Crocodylus acutus, al igual que áreas de alimentación de tortugas marinas y de congregación de aves. Portete, también es un puerto histórico, conocido por los españoles como El Portichuelo, en donde ya se introducían irregularmente esclavos negros en 1544. La declaratoria es un paso plausible para un territorio social y ambientalmente complejo.

Quizás la mayor parte de los colombianos recuerde a Bahía Portete por la masacre cometida allí contra hombres y mujeres indígenas en abril de 2004 por parte de un grupo de paramilitares con el apoyo, no tan encubierto, de elementos de la fuerza pública. Esta masacre presentó varias singularidades que invalidan el argumento autojustifcatorio convencionalmente empleado por las autodefensas y sus auspiciadores para perpetrarlas. Las comunidades se encontraban en un resguardo indígena cuyas tierras son de propiedad colectiva, no existían allí hacendados ni conflicto agrario, los únicos propietarios de ganado en la zona eran los pastores wayuu y no había presencia de las Farc. Sin embargo, las víctimas fueron principalmente mujeres y ancianos indígenas mutilados con fatigante crueldad.

La prensa colombiana calló sobre la masacre y ante la presión internacional las primeras noticias circularon tímidamente casi un mes después de que ésta ocurriera. Las autoridades militares de entonces informaron que se trataba simplemente de enfrentamientos interclaniles entre los autodenominados wayuu. Aún falta por conocer muchas de las motivaciones que llevaron a su impensable ocurrencia. De lo que no hay duda es que su carácter emblemático sirvió para modular el terror sobre la población guajira y de que la figura del resguardo no protegió a las personas que allí residían.

Portete sigue siendo un escenario de gran impeiotancia económica  y potencialmente conflictivo en el que convergen intereses diversos  pues cerca del área protegida se realizan actualmente actividades portuarias para la salida del carbón colombiano y las propias del comercio de la Zona de Régimen Especial Aduanero. Después de la diáspora que siguió a la matanza aún quedan secuelas como las tensiones y antagonismos entre las familias indígenas de las víctimas alrededor de los derechos territoriales, las expectativas de compensación y la representatividad de éstas como interlocutores ante el Estado colombiano.
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La población indígena de Bahía Portete tiene valiosos y sutiles conocimientos acerca de las taxonomías de su mar patio así como de los distintos seres que lo habitan y de sus formas paisajísticas. La declaratoria debe ir acompañada de las garantías y de la protección necesarias para el retorno de los refugiados en Venezuela y otras partes. Les ha llevado largo tiempo a los wayuu construir la bahía como lugar mediante la conjunción de fenómenos humanos y no humanos: los relatos, las mareas, la memoria, el trabajo físico, la economía política, las plantas, los animales, los vientos y, principalmente, el dolor.

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