4.22.2017

Manifiesto por la vida y Carta a la Tierra


Por Matty Gonzalez

El Manifiesto por la vida y la Carta a la Tierra tienen como elementos comunes o semejantes el diagnóstico que hacen de la situación del mundo actual. Constatan, por ejemplo, que la crisis ambiental del planeta es en realidad una crisis civilizatoria, esto es, de modelo, de creencias y de valores. Así lo expresa el Manifiesto: “La crisis ambiental es la crisis de nuestro tiempo. No es una crisis ecológica, sino social”. En una línea de pensamiento similar en La Carta a la Tierra se afirma que “los patrones dominantes de producción y consumo están causando devastación ambiental, agotamiento de recursos y una extinción masiva de especies.  Las comunidades están siendo destruidas. Los beneficios del desarrollo no se comparten equitativamente y la brecha entre ricos y pobres se está  ensanchando”.

Y la Carta y el Manifiesto coinciden en señalar que la alternativa para resolver una problemática tan aguda y con múltiples aristas pasa necesariamente por un cambio de fondo en los modelos económicos imperantes, lo cual debe llevar a una mayor equidad en la distribución de la riqueza. “Sin equidad en la distribución de los bienes y servicios ambientales no será posible construir sociedades ecológicamente sostenibles y socialmente justas”, señala el Manifiesto.  Pero además es urgente el cambio en nuestra forma de actuar y pensar como individuos. De hecho, en la Carta se insta a  “formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida. Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones y formas de vida. Debemos darnos cuenta de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere primordialmente a ser más, no a tener más”. En esas circunstancias, uno y otro documento apelan a la conciencia de los ciudadanos para que se comprometan en la construcción de un mundo mejor a partir de una actitud de respeto hacia las distintas formas de vida del planeta, pues “La capacidad de recuperación de la comunidad de vida y el bienestar de la humanidad dependen de la preservación de una biosfera saludable, con todos sus sistemas ecológicos, una rica variedad de plantas y animales, tierras fértiles, aguas puras y aire limpio”, precisa la Carta.

Ahora bien: Carta y Manifiesto mantienen que una tarea de esta envergadura comporta una responsabilidad universal en tanto que, como señala la primera, “para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales”, mientras el segundo declara que:
“La ética de la sustentabilidad implica revertir el principio de “pensar globalmente y actuar localmente”. Este precepto lleva a una colonización del conocimiento a través de una geopolítica del saber que legitima el pensamiento y las estrategias formuladas en los centros de poder de los países “desarrollados” dentro de la racionalidad del proceso dominante de globalización económica, para ser reproducidos e implantados en los países “en desarrollo” o “en transición”, en cada localidad y en todos los poros de la sensibilidad humana”.

En resumen: el Manifiesto por la vida y la Carta a la Tierra son resultado de la reflexión de académicos, intelectuales, políticos, ecologistas, feministas, escritores, científicos, etc., acerca de las circunstancias morales y materiales en que se desenvuelve la humanidad en la hora presente, las cuales están marcadas por el deterioro y el agotamiento crecientes de los recursos naturales por la acción predadora del hombre y la falta de compromiso de los ciudadanos con su realidad. Ambos documentos proponen una acción global sostenida que tenga como norte la idea de que  somos ciudadanos del mundo y como tales debemos participar en su defensa y preservación. “Nuestros retos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales, están interrelacionados y juntos podemos proponer y concretar soluciones comprensivas”, precisa la Carta.


Ahora bien: la diferencia entre la Carta a la Tierra y el Manifiesto por la Vida estriba en que la Carta aspira a convertirse en el tercer documento del derecho internacional al servicio de la comunidad mundial reconocido por la ONU (Los otros dos son: La Carta de las Naciones Unidas, que reglamenta las relaciones entre estados y, por consiguiente, establece normas de conducta para conseguir la paz y la estabilidad y La Declaración Universal de los Derechos Humanos, que regula las relaciones entre estados y personas, y garantiza a todos los ciudadanos un conjunto de derechos inalienables que sus respectivos gobiernos deberán asegurarles), mientras que el Manifiesto “busca inspirar principios y valores, promover razones y sentimientos, y orientar procedimientos, acciones y conductas, hacia la construcción de sociedades sustentables”.

  


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