12.11.2013

Sintracarbón rinde homenaje a Nelson Mandela, defensor de Derechos Humanos


El mundo conmemoró este 10 de noviembre el Día Mundial de los Derechos Humanos, ordenado por la ONU para buscar que los estados y las sociedades reconozcan su universalidad y los respeten. En esta fecha tan especial para los débiles de la tierra, entre ellos los trabajadores, Sintracarbón rinde homenaje a Nelson Mandela, padre de la libertad, la dignidad y la igualdad en una nación dominada política, económica y socialmente por el conquistador blanco, llegado de Holanda e Inglaterra que se hizo a las minas de diamante y la producción agrícola, después de someter al pueblo nativo, su dueño.



Nelson Mandela nació como toda la población negra en su país: sin derechos, discriminado por su color y excluido de las oportunidades. La indignación personal por la situación de los suyos, aún antes de la instauración de la política de separación conocida como apartheid, lo llevó a participar en política del Consejo Nacional Africano, partido ilegal y con militantes que no eran ciudadanos, o sea que no podían votar ni ser elegidos.
Cuando en 1948 los blancos, llamados Afrikaneers, dictaron las medidas que sumieron a los negros en la pobreza y la negación de todos sus derechos, Mandela fortaleció su militancia y creció en su liderazgo hasta ser reconocido como "Madiba", o sea padre del país.
Entre los años 1952 y 1960 sufrió la persecución de los gobiernos blancos que lo encarcelaban acusándolo de violar las leyes contra el comunismo, pero fue el año de 1960 el que cambió su vida. En ese año, el gobierno cometió la masacre de Sharpeville, que costó la vida a 59 personas, entre ellas mujeres y niños, un hecho que partió la vida de Sudáfrica y que radicalizó al Congreso Nacional Africano. Como líder de la lucha por la libertad, tuvo que optar por la resistencia armada contra un régimen que apelaba al terrorismo de Estado amparado por las naciones que se beneficiaba de sus privilegios.
Pagó su rebeldía con una pena de prisión perpetua y trabajos forzados, a los que fue sometido desde el año 1964. Su pena era insólita para el siglo XX: sólo podía escribir dos cartas al año y recibía una visita semestral, no tenía lápices o papel para escribir ideas, que garabateó en las paredes de la prisión. En el día trabajaba como picapedrero, tarea que deterioró sus pulmones y le dejó la enfermedad que padeció durante los últimos treinta años de su vida.
Estando en prisión, Mandela concibió la estrategia de resistencia civil noviolenta para promover el fin del apartheid y la conquista de los derechos civiles de la ciudadanía, en un proceso que derivó en su perdón a los carceleros y su llegada al Gobierno, el primero que en Sudáfrica dedicó recursos a mejorar la vida de las comunidades negras del Sowetho.

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