11.20.2015

A Colombia me fui en busca de Riohacha

A Colombia me fui en busca de Riohacha (Silvia Mayra Gómez Fariñas)

A Barranquilla llegué, de paso a la Guajira colombiana. Cuatro horas de camino con la ilusión de ver esos lindos paisajes, pero una lluvia intensa como solo ocurre en un Macondo garciamarquiano nos recibió. Quizás Aureliano, Úrsula o Pilar Ternera nos vieron pasar, pero nosotros no pudimos verlos a ellos. La cortina de agua nos impidió ver más allá de la palma de la mano durante casi todo el trayecto. 
Íbamos al festival de La Cocina Importa, sí,  eso es La Cocina Importa un gran festival donde lo autóctono marca el arraigo histórico de Riohacha, manteniendo viva sus ancestrales tradiciones de la cocina wayuu, con ese gran sentido de identidad, pertenencia y orgullo que vive su pueblo.
Fui a impartir una conferencia ¨ Esa gran Olla que es el Caribe ¨ y hacer una cena cubana. En efecto, el Caribe es una gran olla, donde las herencias culturales y religiosas se mezclan entre sí dando una gran similitud en sus comidas, donde cada pueblo aporta lo más autóctono de si y es lo que marca la diferencia. ¡Caribe!, Azul intenso en el mar y en el cielo, arena, cocoteros, que es lo mismo en uno que en otro lado. Arroz con coco, ¿de dónde es?. ¿De Colombia?, ¿de Venezuela?,  ¿de Santo Domingo?, ¿de San Andrés?, de Cuba?. No, señores,  es del Caribe. Igual pasa con otros muchos platos que existen en la zona. No tienen nacionalidad, nadie puede atribuírselos. Solo el Caribe.
Riohacha, lugar de paraíso, de culturas ancestrales donde tal parece  que le tomaron prestados los colores al arcoíris para teñir con ellos ese bello paisaje y tejer sus chinchorros, sus mochilas, sus mantas, todo, todo con una maestría trasmitida de generación en generación. Kilómetros de playas vírgenes donde se pueden ver los cayucos que todavía surcan los mares o se varan en la arena. Ver los vendedores  con sus carretillas llenas de frutas,  frutos inimaginables para mi, los jugos tan refrescantes para mitigar el calor, ese calor del Caribe. patilla (melón para nosotros) o su jugo de jovita de lata o de corozo como le dicen los barranquilleros.
Me fui a bailar a la casa del trompo, eso sí  en los días que estuve, el señor Wilder Guerra y los coordinadores del evento trataron  de que degustáramos  al máximo las comidas guajiras (wayuu): arepas blancas, amarillas y moradas , con queso, sin queso y cada una de sabores diferentes.  Arepuelas de huevo manjar de dioses, friche, chel, cangrejo guisado, muelas de cangrejo al ajillo, caracol guisado, arroz con coco,  buñuelos de yuca con miel de panela, bolitas de coco, en fin; con unas libritas de más regresamos. Compartimos con los hermanos del municipio de Dibulla un almuerzo en una ranchería de pescadores en El Remanso del Santuario, Camarones, lugar paradisíaco donde en las lagunas cercanas los flamencso tiñen el cielo con su color al levantar el vuelo.  Con los hermanos  de las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y guiados por la mano de  Siona degustamos platos muy típicos del lugar, en la cercanía de Laura Jaramillo y María Matilde Rodríguez, llegadas de esas islas.  Y para cerrar con broche de oro esos días de festival, de hermandad, rescate cultural y tradiciones una cena cubana. 
Después de todo lo visto y probado, no podía dejar a menos mi país, Cuba. Preparé una cena típica cubana. El menú fue el siguiente: Entrante: tostones rellenos, unos con camarones y otros con vegetales, frituras de malanga con miel, luego frijoles negros dormidos, arroz blanco, pierna de cerdo mechada y asada, y,  para culminar,  esa delicias que son los cascos de guayaba, mermelada de guayaba y queso blanco de la Guajira colombiana. La cena que efectuó en la piscina del Hotel Gimaura, donde estuvieron presentes personalidades de Riohacha, así como patrocinadores del evento. Gracias al chef y los alumnos de cocina del SENA que me ayudaron, pude crecerme y dejar de ser un ama de casa que escribe de cocina y una mujer que había cocinado a lo sumo para diez personas, para convertirme en una cocinera para  más 50 personas. De una guajira cubana para la Guajira colombiana, que es donde se dice que salió nuestro apelativo de guajiro.
Gracias también a Tivi, la esposa de Wilder,  persona incansable, amorosa y muy conocedora de su cultura  indígena, A Carlos Manuel , su hijo,  por recorrer conmigo Riohacha en busca de mochilas wayuu.  Gracias a María Mercedes y demás alumnos de la Universidad de La Guajira que nos acompañaron.  Gracias a las autoridades de Riohacha, a los patrocinadores de este magnifico evento que me facilitaron los productos y todo lo necesario para poner en alto el nombre de mi país. No escatimaron nada para que nos sintiéramos como en nuestra casa. Y lo consiguieron. .
Lo que más me maravilló fue el arraigo a las cocinas guajiras (entre ellas la wayuu), el trabajo que se lleva a cabo para mantenerla viva, para que las nuevas generaciones mantengan vivo  en el paladar de esos platos tan suyos, como muchos del Caribe. Llega la hora de decirle hasta luego a Riohacha, a su gente. Por el camino de regreso de nuevo el arcoiris tendía su colores a ambos lado del camino, chinchorros,  mochilas, mantas, frutas diversas, carros que vendían arepas, empanadas, un sinfín de comida tradicional, La Sierra Nevada que termina junto al mar, ríos caudalosos, paisajes salidos de un cuadro del más auténtico pintor paisajista: el Creador. Gente sencilla de pueblo en un ir y venir, y sí, si estaban Aureliano, Úrsula y Pilar, allí junto con ellos diciendo adiós  a estos cubanos que los visitaron por estos días en el Festival La cocina Importa. 
Hasta más ver,  Riohacha, Y que se mantenga el Festival de la Cocina Importa, cocina con identidad

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