5.27.2014

La ternura y el huso

De la obra poética de Rubén Darío, los versos que compuso a su mujer Francisca Sánchez mantienen en nuestra memoria un lugar y una cadencia particular.
Este amor desigual entre un aclamado escritor hispanoamericano y la hija analfabeta de un jardinero español se nos muestra colmado de vivos contrastes. El poema permite prefigurarnos a la campesina amorosa y sencilla que el nicaragüense quiso convertir en su esposa “Francisca: sé conmigo un amigo / sé lo que debes ser, / lo que Dios te propuso, / la ternura y el huso / con el grano de trigo / y la copa de vino, / y el arrullo sincero, / a la hora y a tiempo”.
Este pasaje de la vida de la figura central del Modernismo está recogido en una novela escrita por Rosa Villacastín, la nieta de Francisca Sánchez, llamada La princesa Paca, que circula desde el jueves pasado en España. Paca, nacida en 1879, conoció al poeta en Madrid en 1899, cuando él visitaba los jardines del Palacio Real. Desde entonces compartió la vida llena de altibajos económicos y emocionales de Darío, quien le enseñó a leer y se propuso transformarla en una mujer tan refinada como las princesas de su obra. Paca vivió junto a él los momentos de gloria en París, la cercanía de sus amigos escritores como los hermanos Machado, la prematura muerte de sus hijas, Carmen y Angelita, las ondulantes intrigas de los políticos de su lejano país, hasta la despedida definitiva en Barcelona, antes de su desdichada marcha a Estados Unidos en 1914, que culminaría con su fallecimiento en Nicaragua en 1916. Su marido le había prometido: “Si vivo iremos a Buenos Aires... y si muero, desde el otro mundo velaré por ti”. Ella lo sobrevivió por más de cincuenta años y conservó miles de sus cartas y documentos que generosamente donó a la Universidad Complutense de Madrid.

Cuando el catedrático español Antonio Oliver la visitó en mayo de 1956 en su pueblo natal de Navalsáuz, como parte de un rito de cierre de un cursillo llamado Poesía del Modernismo, Francisca era ya un soplo casi próximo a disolverse en el viento. Esa noche ella recordó que el poeta escribía durante largas vigilias, a veces atormentado por su obsesión con la muerte, a veces feliz. Habló emocionada de su relación con el bardo diciendo: “¡Rubén! Rubén era como un niño”. Durante la visita, Francisca estuvo acompañada de una niña de seis años, su nieta Rosa, quien hoy como escritora llama a su abuela la princesa Paca, por haber compartido parte de su vida con una figura considerada un príncipe de las letras y haberle dado a éste el afecto y la estabilidad emocional de la que careció antes de conocerla.
Paca falleció en agosto de 1963 y quizás evocó en sus últimas horas la voz de su amado Rubén: “Francisca, es la alborada, / Y la aurora es azul, / El amor es inmenso / Y eres pequeña tú / Mas en tu pobre urna / Cabe la eterna luz / … Francisca Sánchez, acompáñame”.

 Weildler Guerra

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