5.03.2017

GUERRA Y PAZ EN LA GUAJIRA*

Por: Orlando Mejía Serrano
El gobernador E de La Guajira, Weildler Guerra Curvelo, no alberga duda alguna de las implicaciones positivas que tendrá para Colombia la paz negociada que consiguió sacar adelante el presidente Juan Manuel Santos con la guerrilla de las Farc, pues lograr que el grupo armado más numeroso del país pasara a la vida democrática en el marco de un proceso cuyas bondades están por fuera de todo cuestionamiento, permitirá que en el postconflicto “demandas sociales de diferentes grupos, que habían sido postergadas debido a que la confrontación con las Farc copaba la agenda nacional, se traduzcan en soluciones concretas para las comunidades. Esto va a permitir la apertura de diálogos entre la Nación y distintas regiones. Por ejemplo con departamentos como La Guajira, Chocó, San Andrés, cuyas demandas históricas no habían sido atendidas justamente porque el conflicto armado tenía prioridad en esa agenda”.



Ahora bien: ese nuevo escenario facilitará además que sectores sociales de distinto signo tengan la posibilidad de plantear sus expectativas “en materia de género, de libertad religiosa, de ordenamiento territorial, de derechos culturales, de reivindicaciones ambientales, lo cual también estuvo represado por décadas, y que ahora va a tener una salida ampliando las fronteras de la democracia. Es decir, ya no se requerirá el uso de las armas para poner sobre la mesa puntos que son supremamente importantes para construir modernidad política y estado de bienestar en todo el territorio nacional”.

LA GUAJIRA Y EL POSTCONFLICTO

Guerra Curvelo destaca que La Guajira fue un escenario importante de la confrontación armada en Colombia. De hecho, en zonas como la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá los grupos irregulares hicieron presencia de manera casi permanente. “Por lo tanto la escogencia de una zona campamentaria en La Guajira se deriva de lo que fue el teatro de operaciones durante el conflicto. Recuerdo que recorrí esa zona en plena guerra y vi en Conejo letreros y avisos de las Farc. Es decir, allí hubo históricamente presencia de las Farc. En esas condiciones la situación actual es resultado de la lógica del conflicto y es una expresión natural y predecible de cómo se desarrolló y cómo fue el enfrentamiento armado durante mucho tiempo”.

Pero lo más importante es que así como La Guajira sufrió los embates de la guerra se beneficie ahora de las inversiones que se proyectan en la etapa actual del proceso de paz. Y el gobernador de los guajiros tiene información de primera mano sobre este particular. “Van a venir muchas obras y recursos nacionales en vías terciarias para las zonas de conflicto”, precisa. Y esta tarea no sólo debe abocarla el gobierno nacional, sino que requiere el concurso decidido de las administraciones locales y regionales, las cuales están llamadas “a brindar las garantías necesarias para la resocialización democrática de todo el personal que antes estaba armado y que hoy se apresta a participar en la vida pública. Yo creo que hay que blindarlos con garantías sociales, pero también es la oportunidad de que los recursos públicos vayan a zonas tradicionalmente azotadas por la guerra. El papel de las entidades territoriales es entonces coadyuvar y facilitar ese proceso de integración de estos compatriotas a la vida democrática”.

Dadas las circunstancias descritas, la administración seccional le viene haciendo seguimiento a los desarrollos del punto de Conejo. “Nuestro secretario de Gobierno, Francisco Robles, ha visitado la zona varias veces y seguirá haciéndolo. Yo espero estar allí próximamente para hablar con todos los representantes y líderes y acompañar muy de cerca un ejercicio que fue respaldado en las urnas por millones de colombianos”.

EL VALOR DEL DIÁLOGO
Weildler Guerra Curvelo está convencido de que la vía más expedita para aclimatar la paz en La Guajira consiste en habilitar espacios en los que la sociedad guajira se exprese libremente, incida de manera real en la toma de decisiones y, sobre todo, haga oír su voz en el concierto nacional. En tal sentido “hemos decidido iniciar unos diálogos en que La Guajira hable consigo misma. Eso se llama un Círculo de la Palabra, el primero lo vamos a hacer en abril con los pueblos indígenas de la Sierra, los afrocolombianos, la población wayuu, y durante 2 días realizaremos jornadas de escucha, porque la actitud jerárquica de los gobiernos es transmitir instrucciones, órdenes, comunicar, informar, cuando tenemos que escuchar la voz, las propuestas desde la epistemología de las comunidades sobre lo que debe ser el gobierno y tomar atenta nota, es decir, recibir un mandato”.

El Círculo de la Palabra continuará con La Guajira criolla “en el cual pueden estar los comerciantes de Maicao, los campesinos de Dibulla, los horticultores del sur, el sector urbano y en general la heterogénea población guajira. Luego el turno es para las grandes empresas, "con las cuales abordaremos temas como responsabilidad social, responsabilidad ambiental, normas éticas, estándares de consultas previas, y su vinculación al progreso y bienestar de La Guajira”.

Y como se trata de que todo el universo de voces del departamento participe de este ejercicio, habrá un Círculo de la Palabra con un sector que ha sido blanco de duras críticas en los últimos años. “Yo creo que hay que sentarse con los políticos de La Guajira. No hay que tener miedo de contaminarse, es simplemente hablar con ellos, y no para hacerles un juicio, sino para escucharlos. Es que hay que reunirse con todos los actores, incluidos aquellos que se han equivocado, porque de pronto no todo ha sido malo y podrán tener aciertos y una experiencia que podemos aprovechar”.

Ahora bien: Los distintos Círculos deben arrojar como resultado “el mandato de todos los grupos -población criolla, sector empresarial, campesinos, ambientalistas, gente de la cultura-, y cuando tengamos esa síntesis le diremos a la Nación: este es el mandato de la sociedad guajira”. Con este valioso insumo La Guajira estará en condiciones de proponerle a los poderes centrales un diálogo abierto sobre las distintas problemáticas que la aquejan. “Lo que quiero es que la sociedad guajira y la sociedad nacional tengan ese diálogo que ha sido confundido en el pasado. Quiero decir que si acudimos al Gobierno nacional con los 15 alcaldes no será para presentar una lista de mercado. Un diálogo nacional se basa en la autonomía sobre temas centrales, en apuestas estratégicas. Entonces el diálogo nacional es defender, por ejemplo, un acueducto regional que beneficia a varios municipios. Es decir, el diálogo nacional implica grandes conquistas”.

Su punto es que La Guajira está en mora de mostrarle al país todo “lo que le aportamos en materia económica, en recursos naturales y el papel importante que jugamos en la economía de la región. Que no es poco, pues más del 67% del gas es guajiro, el 44% del carbón que exportamos es guajiro, tenemos la mayor potencialidad en energía solar, la flota pesquera del Caribe se concentra en nuestras costas, poseemos el mayor hato caprino de Colombia. Todo ello significa que podemos jugar un rol significativo en la hora actual del país. Es como un partido de dominó en el que las fichas están mal repartidas, lo que tenemos que procurar es que nos queden las fichas que nos corresponden y no que alguien se quede con ellas”.

Y no menos relevante es el aporte de La Guajira a la institucionalidad y a la cultura nacional. “Un almirante nuestro fundó la Armada Nacional, los libros de Gabriel García Márquez tienen sus contornos en los universos mitológicos indígenas de La Guajira, la música que ahora llaman vallenato sin La Guajira no podría existir (hablo de Francisco el Hombre, de Leandro Díaz, de los Zuleta, de Diomedes Díaz, etc.); el Negro Robles fue el primer afrocolombiano en llegar al Congreso de Colombia; el sistema normativo wayuu fue reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural e inmaterial de la Humanidad, entre otros. De manera que yo pienso que La Guajira, que ha sido exhibida como algo ininteligible por el centro, necesita recordarle al país que estos territorios tienen una gran fortaleza, una fortaleza que reside en eso que Foucault llamaba las reservas de la imaginación”.

Es perentorio entonces que el centro del país cambie su percepción de La Guajira, pues, según sostiene Guerra Curvelo, no se puede seguir asumiendo “que allá hay honorables importadores y acá pérfidos contrabandistas. Que la ciencia y el cristianismo reinan en el centro pero aquí imperan la mafia, la barbarie y que estamos condenados irremediablemente a la delincuencia y a la ilegalidad. Eso no es cierto. Muchas de esas situaciones tienen profundas raíces históricas”.

LA APUESTA ÉTICA
Sin embargo para que La Guajira tenga poder de interlocución ante el Gobierno nacional es necesario que haya un cambio en los comportamientos políticos en la región. “Lo primero es reconocer que realmente sí nos hemos equivocado. No podemos nivelarnos por lo abajo alegando que porque existe Obedreth es lícito que nos robemos los recursos públicos en las regiones. Obedreth es Obedreth y que se sancione debidamente, y si aquí robamos que también se castigue a los responsables. No podemos decir que porque en Reficar hubo actos poco escrupulosos entonces estamos autorizados a meterles mano a los presupuestos públicos. Eso es inadmisible, un argumento viciado”.

Este cambio de actitud en el manejo de lo público es esencial para que el reclamo de La Guajira salga avante y encuentre oídos receptivos en la sociedad nacional. “Si queremos adultez y autonomía no podemos seguir comportándonos como los niños de un hogar comunitario que le achacan todas las culpas a la directora de la entidad, en este caso la mamá nación. No, la autonomía no se otorga, la autonomía se reconoce cuando asumamos la mayoría de edad y reconozcamos que despilfarramos un billón 200 mil millones de pesos de regalías, los cuales fueron atomizados o mal planificados. Quizás no se robaron todo, pero lo cierto es que la inversión no fue eficiente. Mi argumento es que si los recursos van por un lado y los indicadores sociales van en la vía opuesta, algo anda mal. Si yo tengo incremento en recursos de regalías, pero el analfabetismo crece o la carencia de agua crece, las necesidades básicas crecen, yo no estoy haciendo las cosas bien”.

HAMBRUNA Y CORRUPCIÓN
“La desnutrición no se explica únicamente por la corrupción en los programas de ayuda que pueden ser susceptibles de desvíos, de falencias de todo orden, pues ésta tiene causas ambientales, de ciclos climáticos. El cambio climático es una realidad y en zonas semidesérticas prolonga los períodos de sequía. Pero además hay una profunda crisis en la economía local, especialmente en la wayuu. Hace algunos días estuve en Manaure y supe que hace diez años no se recoge la cosecha manual de sal, entonces sino se recupera esa actividad no podemos proteger la salud de los niños ni garantizar su integridad física.

Adicionalmente se debe señalar que el indígena wayuu de ahora no es el mismo de hace 40 años, las necesidades que tiene la familia indígena de hoy son diferentes a las de sus abuelos. Por ejemplo el rebaño servía para tres cosas: disputas, matrimonio y funerales. Hoy en día los indígenas tienen hijos en colegios de bachillerato, en la universidad, usan celulares, etc. Y el rebaño no da para tanto. Hay un desfase.


En esas condiciones la economía wayuu requiere de una especie de ajuste a las nuevas exigencias y necesidades que le plantea el mundo moderno. Por eso estamos trabajando en innovación en economía de playa, en granjas marinas, en la introducción de otros cultivos y el fortalecimiento de los existentes con semillas más resistentes a la sequía. De hecho, he planteado la posibilidad de introducir el dátil en la huerta indígena, porque ha dado buenos resultados en Israel, Egipto y otras partes”.





*Articulo publicado en la  Revista Cultural "Ranchería" Edición 17 /Abril  2017

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