Cesar Arismendy Morales
La
elección atípica llevada cabo en La
Guajira el pasado 1º
de junio, en donde se escogió al
gobernador para completar el periodo
institucional de gobierno 2012 -2015, se caracterizó por ser rápida, masiva y
compulsiva. Rápida, ya que conocida la decisión de las autoridades nacionales de
hacer efectiva la escogencia de
nuevo mandatario, los procesos evolucionaron
con
gran velocidad. Masiva, dado que el proceso electoral está relacionado con la participación de numerosas personas, grupos políticos, sociales, culturales y étnicos con los
cuales se deben acordar propósitos y llevar
los mensajes programáticos de los candidatos para obtener su intención y decisión final de votar a favor de uno de ellos. Compulsivo, por lo que
tomada la decisión de participar en las elecciones por parte de los actores, ese impulso ya no se
puede controlar, como dice Rubén
Blades “hay que salir volao” en búsqueda de los votos. Es decir, mantener
los acumulados con los acuerdos
políticos, persuadir a los
votantes indecisos y seducir a los indiferentes.
La
campaña realmente fue de mes y medio, los resultados finales se
concretaron y se informaron con prontitud a la ciudadanía por parte de la autoridad electoral. A la
5:30 PM del mismo día se supo en todos los
rincones del Departamento, que José María Ballesteros Valdivieso fue el escogido por mayoría como el nuevo gobernador.
En
un análisis desde afuera, los medio nacionales
en un permanente proceso de
homogenización que hacen de La
Guajira, han venido sosteniendo y divulgando que el éxito de la campaña electoral de
“Chemita” se debió fundamentalmente a los aportes electorales de la
maquinaria del ex mandatario Juan
Francisco Gómez “Kiko” Gómez. Un análisis detallado desde adentro, nos revelan otras
realidades.
En
primer lugar, el “kikismo” es más un
sentimiento que un grupo político y se encarna en una frustración regional. Es la expresión social y política de lo que llama el antropólogo Weildler Guerra Curvelo el malestar
de La Guajira frente a la nación,
que refleja la
incapacidad de los gobiernos nacionales
en los procesos de incorporar a los
habitantes de esta frontera a un
imaginado ideal de nación.
En segundo lugar, un factor que incidió en el éxito de la
campaña, se focaliza en la
forma en que se dio la escogencia
pública del candidato. No fue a
dedo. En él hubo un proceso de depuración de aspirantes y de
consolidación de convicciones, que al final aglutinó las propuestas de los demás, aportándole una atractiva capacidad
electoral para establecer acuerdos, especialmente, con los
grupos y sectores políticos que no
fueron elegidos en los recientes comicios de cámara y senado.
En
tercer lugar, está la juventud del candidato. La población juvenil de La Guajira que se encuentra en
el rango de 18 a 26 años
es del 25%
(216.613).
De
ella, el 50,25% (108.861) son hombres y el 49,7% (107.752) son mujeres. Este
sector social se sintió convocado, de manera masiva e independiente los jóvenes hicieron parte de las marchas
en Riohacha, Maicao y San Juan del Cesar. Ellos se encargaron de
imprimirle las dosis de entusiasmo y
autoestima que las otras campañas no tuvieron.
En
cuarto lugar, se destaca la identidad de la campaña: “Por nuestra Guajira. Hagámoslo Juntos”. Le permitió a la misma colectivizar las
aspiraciones y las propuestas de gobierno.
Trabajar juntos, supone consenso
previo y sobre todo tener una imagen deseada en común. Ello sirvió para constituirse de manera formal y directa en
una opción ciudadana en consistencia con el partido que le dio el aval.
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